Hilma af Klint

La pionera del arte abstracto que se adelantó a Kandinsky

En 1935, el pintor ruso Vasili Kandinsky le escribió una carta a su galerista en Nueva York en la que se proclamaba autor del primer cuadro abstracto de la historia. Haciendo referencia a una acuarela pintada en 1910, el artista afirmó: “sin duda, es la primera pintura abstracta del mundo (…) se trata, en otras palabras, de un cuadro histórico”.

Lo que Kandinsky no sabía era que, años antes de que él empezara a experimentar con el arte no figurativo, la pintora sueca Hilma af Klint ya se había adentrado en aquel universo inexplorado y había creado la que realmente era la primera serie de cuadros abstractos de la historia del arte.

Sin embargo, a diferencia de Kandinsky, Hilma af Klint rehuyó del ojo público y mantuvo su obra en secreto durante prácticamente toda su vida. Incluso pidió que sus cuadros no se exhibieran hasta veinte años después de su muerte, asegurando que, en aquel momento, el mundo no estaba preparado para entender su arte. 

Pese a compartir aula con otros pintores, los pintores seguían considerando que la creación era una actividad que les correspondía a ellos y las mujeres debían dedicar su tiempo a otras tareas como, por ejemplo, la de formar una familia.

A raíz de esta exclusión, Hilma af Klint se empezó a interesar por otros círculos y se adentró en el mundo del espiritismo, la antroposofía y la teosofía.

En 1906, se embarcó en su proyecto más importante e innovador, las Pinturas para el templo. Audaces, llenas de color y a menudo liberadas de las ataduras que implican las referencias al mundo visible, estas piezas exploran fuerzas y estructuras que según Af Klint estaban ocultas a la vista.

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